¡Hola familia de «La Desti«! No creo que lo logre, pero intentaré mantener el nivel de este blog con mi modesta colaboración.
Me alegra ver que Carlos sigue sacando adelante proyectos que nos impliquen a todos, y nos hagan conocer las inquietudes y gustos de todo el mundo que pulula por La Destilería. Y esta página y blog son un medio estupendo para ello.
Cuando pensaba sobre qué escribir, me venían muchas cosas a la cabeza, pero creo que debido a mi reciente aterrizaje -¿reciente? Seis meses ya, ¡uf!- en las nebulosas, frías y lluviosas calles de Londres, pues nada mejor que escribir sobre algo típico de aquí. ¿El «fish and chips»? ¿El Big Ben? ¿Camilla Parker Bowles? Pues no, queridos amigos, no lo descarto, pero esta vez la elegida es La Torre de Londres o el Palacio Real y Fortaleza de Su Majestad, que es su denominación oficial.
Yo también soy uno de esos españoles, y bercianos, que se ha tenido que ir a buscar la vida fuera de nuestro país. Y he tenido la inmensa suerte de entrar a trabajar en la tienda de la Torre, lo que me permite tener un acceso privilegiado a la misma. Así que os contaré un par de cositas sobre este lugar que tan mala fama ha arrastrado a través de la Historia.
Seguramente cuando penséis en la Torre, si no la conocéis, pensaréis en una torre y listo. Pero en realidad es un complejo bastante extenso de varios edificios, palacios y torres, rodeado todo ello por varios muros y un imponente foso. Pero recibe esa denominación en singular debido a la majestuosa torre que se alza en el centro de todo el complejo. Es la White Tower, o Torre Blanca, la primigenia edificación que sirvió de punto de partida para el resto de construcciones y obras de ampliación. Esa primera Torre data del año 1070, y fue iniciada por Guillermo el Conquistador. Hacia el año 1100 ya estaba terminada. El Rey quiso disponer de un lugar que sirviera de centro de mando contra sus enemigos, así como de protección para sus súbditos y la alta nobleza -hay discusiones sobre si se quería proteger más a los súbditos, o a la nobleza de los súbditos, jeje-. En cualquier caso, ahí arranca todo.
Ver parte II
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